Hasta que, en forma imprevista y en apenas segundos, llega lo inesperado, y la comedia se desvía hacia otro camino, sin baches a pesar de lo abrupto del cambio (mérito de las actuaciones y de la directora, claro).
Desdichado deleite del destino es una propuesta teatral muy interesante en los papeles, mejor resuelta e interpretada, que encontró su ámbito natural en el escenario inmejorable del teatro del Anfitrión, en Venezuela 3340.
El espectador siente que es un extraño invisible en el arrasado jardín -culpa de las hormigas- donde un padre machista y autoritario, en camiseta y pantuflas, sobrelleva el calor de la tarde, y la malasangre por los insectos que desplumaron sus rosales, con los insistentes mates que ceba una hija sumisa, sugestivamente silenciosa.
Nacho Vavassori brilla con su histrionismo, en una composición impecable, en el papel de dueño de
Belén Brito también cumple en forma sobrada con su papel, aunque al final pierde algo de consistencia: es que uno se pone exigente cuando el cuadro no presenta flancos débiles.
DDD tiene un momento imperdible: la irrupción del vendedor de CD "truchos", un desopilante y talentoso Nelson Rueda, que se transforma en partenaire ideal de Vavassori. Juntos, se permiten el lujo de jugar con el texto y con los ajustes pautados por la
Mereceden destacarse la escenografía -sobresaliente- y vestuario (Julieta Risso) y la iluminación (Soledad Ianni) , pero sobre todo el
Marcelo Mendieta - El Informatorio - 19-04-2008