Marzo 2010 - Desdichado en el FITAZ (La Paz - Bolivia)

Fecha de presentación: 22 de Marzo
Si querés ver la grilla del festival entrá a http://www.fitaz.org/programacion-fitaz-2010




de Roberto Perinelli - dirección Corina Fiorillo

5 NOMINACIONES PREMIOS ACE 2008
(mejor obra argentina (Roberto Perinelli), mejor espectaculo alternativo , mejor actor (Nacho Vavassori y Nelson Rueda), mejor direccion (Corina Fiorillo)

Premios Teatro del Mundo
Nom
inada por mejor actuación (Nacho Vavassori)


Desdichado en gira - click en la imágen

El fútbol y las rosas

"Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno".
Desdichado deleite puede pensarse como una planta bulbosa con muchas capas, algunas superficiales, otras profundas, pero que la constituyen en su totalidad.
Pancho es el personaje que habla, un hombre autoritario, extrañamente sensible respecto de las rosas que parecen ser el eje de su vida.
La sabiduría respecto de las flores contrasta con su apariencia ¿no son las rosas un paradigma de delicadeza? Él es un ser matero en camiseta que entrena un equipo de fútbol. Primer contraste. Lo que desconoce o lo que no recuerda respecto de las rosas lo busca en el papel impreso, revistas especializadas, altamente especializadas, portadoras de nombres, características específicas, con la indicación del cuidado para cada una.
Su vínculo con el equipo de fútbol (celular e intermediario mediante) lo pinta de cuerpo entero: prejuicioso, amenazante, burlón. Alguien que busca inspirar miedo, aunque no podemos saber si efectivamente lo logra.
Decíamos que es el que habla y cuando lo hace somete al otro a silencio. Ya sea su mujer, que aparece como indicio en la extraescena a través de su música, o su hija, que está presente y callada, sometida a partir de la simple afirmación con respecto a lo que el padre dice.
El contraste entre Zulema y Pacho es notable: ella es, en escena, esmirriada y con gesto encorvado. Un pobre ser que sólo saber servir a quien la domina.
El tercer personaje en escena es un vendedor de música que por azar ingresa en ese universo de rosales pelados, con la intención de sobrevivir.
La construcción de los personajes es precisa y magistral, y tiene doble correlato en su excelencia, la dramaturgia y la dirección.
Un mundo de seres pequeños, comunes, con algún rasgo que los inscribe como particulares.
Pero sin demasiados inconvenientes podría leerse en Desdichado deleite del destino otra cosa, una posición de género, el hombre que maltrata a la mujer y dice que el veneno de hormigas que sobra se lo podría poner en la sopa del almuerzo, o la responsabilidad evidente de esta hija sometida y triste.
También podría pensarse la inscripción de un conflicto entre los estilos altos y los bajos: la música de la mujer es silenciada por el hombre, por la música que el hombre siente como propia, la que le dibuja una sonrisa en la cara y lo hace bailar.
Sucede que además de todo esto, existe una vuelta de tuerca que es indispensable no revelar y que resignifica absolutamente todas las hipótesis.
Para el final vienen ciertas explicaciones. Tal vez busquen construir distancia después del golpe que cierra la historia propiamente dicha.
Una propuesta divertida, interesante, sorpresiva, con un texto muy bueno, muy buena dirección, actuaciones geniales.
Una obra que no discrimina a su público. Válido para la sonrisa y la reflexión de la dama, del caballero, del intelectual, del obrero y así sucesivamente.
07/11/2008 | Por Mónica Berman | para Alternativa Teatral

Estupendos actores animan una dura obra de Roberto Perinelli

Trata la obra teatral "Desdichado deleite del destino" de la historia de Don Pancho y su hija Zulema. El padre, autoritario y humillante y su hija, una joven silenciada por el miedo. La sólida dirección de Corina Fiorillo hace que los contenidos subyacentes de la trama brillen a la par de la acción.
Don Pancho es un entendido en rosicultura y nunca pierde oportunidad de vanagloriarse de su saber. Por eso, cuando descubre que las hormigas depredaron sus rosales, estalla en una furia olímpica. La pobre Zulema -principal encargada de echar veneno en cada arbusto- sólo puede responder con tímidos balbuceos al capcioso interrogatorio de su padre, mientras le ceba mate con amorosa dedicación. Pero a esta altura, él ya está dando indicaciones por teléfono al equipo de fútbol que entrena.
De entrada nomás, se percibe que este hombre de barrio, apasionado y vital, gusta de humillar al prójimo y de ejercer el autoritarismo cada vez que puede. Basta con observar la atormentada sumisión de la hija, testigo a la fuerza de las desagradables acusaciones e injurias que Don Pancho le dedica a su esposa («esa yegua»). La llegada de un vendedor de cds, rengo y algo confianzudo, contribuye a enriquecer el juego actoral, hasta ese momento concentrado en la relación amo-esclavo que mantienen padre e hija. El «duelo» que se establece entre Don Pancho (Nacho Vavassori) y el joven buscavidas (Nelson Rueda) no tiene desperdicio. El primero despliega una simpatía arrolladora sin soslayar las facetas más oscuras de su rol; mientras que el segundo se revela como un comediante muy dúctil. Causan gracia los frustrados intentos del vendedor por amansar al ogro, ya que su torpeza provoca el efecto contrario, hasta que finalmente logra que el otro mueva las caderas con un disco de «Los Wawancó».
El papel de Belén Brito es totalmente opuesto al de sus compañeros. Zulema es una joven silenciada por el miedo, que en el fondo no ha perdido su rebeldía, por eso la actriz expresa las tribulaciones de este personaje a través de un elaborado trabajo corporal. Su labor resulta conmovedora. La sólida dirección de Corina Fiorillo permite que los contenidos subyacentes en esta nueva pieza de Roberto Perinelli brillen a la par de la acción.
«Desdichado deleite del destino» tiene un desenlace inesperado y en cierto modo aleccionador. Aunque el verdadero cierre lo da un epílogo -con los actores ya despojados de sus personajes- que borra, felizmente, toda intención de moraleja.
por Patricia Espinosa para Ambito Financiero y Ambitoweb


Un sujeto tirano, aborrecible, atormenta a su hija con su maltrato permanente. Sus únicas preocupaciones parecen ser el equipo de fútbol que él entrena y sus rosales, arrasados por las hormigas la noche anterior. Un vendedor ambulante, insistente el hombre, se expone al permanente agravio del dueño de casa confiando en que terminará vendiéndole algo. Y la hija, que solo rompe su silencio ante la exigencia paterna de alguna explicación, parece ver en el comerciante de a pie una ventana hacia un afuera liberador.
Roberto Perinelli, el autor, desarrolló esta pieza de vínculos enfermos e ilusiones sacrificadas en una casa de barrio, con personajes bien delineados, y supo darle los tonos justos para no caer en excesos innecesarios. El elenco, impecable: Nacho Vavassori despliega a ese hombre que lo que le sospechamos de cálido, severo y responsable puertas afuera se convierte en miseria, capricho y violencia dentro de su casa; Belén Brito asombra con esa hija a la que no se le permite nada sin el pedido o la orden de su padre, demostrando una intensa expresividad en sus miradas, y Nelson Rueda manifiesta una profundísima observación al desarrollar a su vendedor ambulante, tan querible como denso, tan simpático como apabullante. Este trío logra un notable trabajo conjunto gracias a la dirección de Corina Fiorillo, quien expone al detalle cada tono, cada fibra, cada emoción, y exhibe esta historia en una puesta íntima que gana con la versatilidad de la Sala Verde del teatro Anfitrión.
Lucho Bordegaray - www.montajedecadente.blogspot.com

Cada Tema con su loco

"Desdichado deleite del destino se exhuma en el Anfitrión debida a la pluma de Roberto Perinelli y a su desopilante dosis de imaginería. Al ajustado movimiento escénico de Corina Fiorillo se adosa la sobresaliente interpretación del terceto integrado por Belén Brito, Nelson Rueda y Nacho Vavassori, que en su histrionismo, transforman esta pintura popular en una opción imperdible."
Revista Veintitres

TRAS LA BUSQUEDA Y EL ENCUENTRO DE NUESTRA IDENTIDAD

La dramaturgia de Roberto Perinelli –ha sido enrolada por cierta crítica universitaria dentro del realismo reflexivo- con Desdichado deleite del destino provoca un quiebre con aquella poética que resurgió en los 60 con Soledad para cuatro de Ricardo Halac (1961) y Roberto Tito Cossa -Nuestro fin de semana- (1964). Si bien conserva algunos procedimientos de aquella, tambíén podemos encontrar algunos que provienen del sainete con la diferencia que en esta obra no se busca probar ninguna tesis, ni el realismo, ni la verosimilitud, ni la verdad naturalista, ni el registro de lo inmediato, si algo conserva de aquella dramaturgia es la búsqueda y el encontronazo con nuestra identidad nacional que lo logra en sesenta minutos. La trilogía dramaturgo, directora y actores nos hacen caer en la trampa de hacernos reir mientras estamos en el teatro y ya nos dejan pensando apenas se apaga la luz y expira el último aplauso.
Más allá de la clasificaciones académicas, del mate, del barrio, del fútbol. Don Pancho el personaje central -aunque todos los personajes ocupan ese lugar- encarna la quintaesencia del autoritarismo como lacra nacional. Ese autoritarismo que no necesita uniforme y que pavonea desde el vigilante privado al profesor universitario pasando por el taxista y el portero del edificio de propiedad horizontal. Un autoritarismo que se complementa con la “sanata” popularizada por Fidel Pintos y que tanto tiene que ver con los ignorantes que creen saberlo todo, criticones y perezosos –típico hombre masa orteguiano- que como en el caso de Don Pancho dirige un equipo de fútbol desde el patio de su casa. Todo esto que nosotros dramatizamos aquí, en escena, Corina Fiorillo, lo disimula. explotando las aristas humorísticas del texto dramático de Perinelli, un humor de variados colores donde al final prevalece el negro. La escenografía sencilla desplegada en un espacio escénico ideal como el de la sala chica del Teatro El Anfitrión acompañado por un coservador y efectivo diseño de luces a cargo de Soledad Ianni. Pero por sobre todo hay que valorar su excelente criterio para reunir a tres actores que conocen su oficio: El personaje que encarna Belen Brito es muy difícil porque más que las palabras debe manejar la gestualidad. La hija sumisa, enigmática, temerosa que no conoce como su padre los significados de la quiniela, pero sabe guardar un as debajo de la manga, esperemos que continúe en el buen camino como Nelson Rueda compone un vendedor ambulante desopilante, se maneja con soltura en el escenario y sobre todo es convincente y Nacho Vavassori encarnando a Don Pancho repugna, conmueve y logra por momentos hacer querible a su personaje detestable. Con su pijama y camiseta la toalla al cuello, sus gritos, ironías y sus pasos genuinos de cumbia acompañados por el legendario conjunto Los WaWanco, logra que con humor reflexionemos sobre nuestra realidad más profunda, nuestro costado más oscuro y tal vez más abyecto.
por Alejandro A. Domínguez Benavides para el menu online

La dulzura del costumbrismo más genuino, invocado como manual del ser Nacional .

El desdichado deleite del destino, me llevó a presenciar esta humilde puesta de contenidos dramatúrgicos sencillos, inspirados en el devenir modesto de una historia de barrio, pero a la vez interpretada con una potencia y una calidad que superan el hecho artístico de una mera obra singularizada con la identidad argentina.
Las pasiones intimas y muy nuestras son el color con que matizan esta historia.
El mate, el fútbol, el machismo, la galantería y el hobby excéntrico que se contrapone con una personalidad ruda, van delineando el carácter que tenemos dentro de nuestro ser.

Las estructuras edilicias, desde lo corporal, que cimientan la construcción de los personajes son firmes y sostenidas.

La puesta en escena, íntima, cercana, nos invita a pasar a un universo cotidiano, como vecinos fisgones de una historia patética y divertida.
La escenografía es sencilla y precisa, un patio trasero de una típica familia argenta, donde los elementos son razonables y necesarios dentro de la historia.

Nacho Vavassori con una potencia propia de un actor de peso, encarna a un macho dominador, mastín dueño de su territorio, ofuscado porque no todas las cosas salen como él quiere. Excelentemente plantado, con una fuerza disposicional que amedrenta, su caracterización intimida e hipnotiza.

Una notable actuación de Belén Brito en el papel de Zulema, engarzando su cuerpo al sentimiento de lo que interpreta con increíble veracidad, desde la curvatura de su espalda, la inocua expresión de su rostro, sus silencios que suman, la posición chueca de sus piernas, encarna con notable talento a una sumisa hija estoica, que a pesar de su hermetismo emocional esconde un secreto funesto que desencadena el trágico fin.

Nelson Rueda suma con su personaje extrovertido y querible a una comedia inusual que invita a seducir y a contagiar. Y que nos hace sentir cómodos en el mítico espacio del Teatro del Pueblo.

Una acierto de la directora Corina Fiorillo que nos expone en su epilogo final la intencionalidad explicita a la que apunta la puesta.

Divertida, entretenida, una opción alegre para aquellos que aman de las obras bien de acá.

MARIANO BEITIA para vuenosairez.com.ar

LA NACION - 09-10-2008

El teatro explora la mística deportiva
Los escenarios se visten de gimnasios, rings y canchas de juego y toman historias que provienen del ámbito del deporte.

La representación teatral y el juego deportivo tienen mucho en común: protagonistas dueños de una gran destreza, comandados por un director, desempeñan un rol activo frente a los espectadores, quienes siguen de cerca el desarrollo del espectáculo a la espera de su desenlace. Los dramaturgos eligen contar historias ubicadas en canchas, en cuadriláteros y gimnasios por varios motivos.

Alfredo Megna está entusiasmado con el reestreno de Orestes, el súper , su pieza sobre el mundo del catch, que en 1988 se presentó en el San Martín. "La metáfora del deporte es útil para mí porque la misma acción que lo define genera una tensión dramática enlazada a cuestiones más profundas." Dirigida por Miguel Avila y protagonizada por Emilio Bardi, saldrá de gira en el verano y recalará en Buenos Aires en marzo. Megna también escribió Bengala , la historia de un veterano boxeador frente a su última pelea, interpretada por Néstor Navarría y dirigida por Armando Saire y Leonardo Odierna. El actor se somete a un arduo entrenamiento para crear su personaje y con los guantes puestos dice que aquella criatura "sube al ring con mil conflictos en su cabeza, entonces la pelea se hace más difícil".

El boxeo es quizás el deporte más mimado en el teatro. Alberto Ajaka realizó Otelo, campeón mundial de la derrota , una versión de cámara del clásico de Shakespeare. En un vestuario, un pugilista que emula a Elvis Presley intenta sortear los jabs de Yago, su entrenador, y los cross de Casio, su manager. Ajaka, también protagonista de la pieza, dice que Carlos Monzón inspiró la composición de este personaje por su "pasado marginal, su presente brillante y su final trágico".

Por su parte, Eduardo Pérez Winter habla con admiración de Tony Souza, en la piel de Antonio Ruiz, el campeón de 42 cm : "Actúa de mejor fe que los demás; es una síntesis de lo bestial con lo infantil". El texto es el producto de un proceso de creación colectiva del grupo Silencio de Negras, quienes sostienen "es inútil argüir que la ficción marca una distancia infranqueable entre el deporte y el teatro: nos veríamos forzados a omitir las fintas de Loche, el origen circense de Accavallo o el reposo premeditado y exasperante de Alí ante los directos de Foreman".

Entretanto, la nostalgia en Segundo set , de Ezequiel Tronconi, está puesta en otro lugar y con otro tono ("es el antideporte", define). En esta pieza habitan en un gimnasio miembros de una generación que bailó en los años 90 al ritmo de Guns n Roses, cuando el paddle era un deporte popular. Un entrenador que fuma, una mujer que cuenta calorías y un boxeador retirado le dan vida a este delirio.

Eduardo Pavlovsky también buceó en el mundo del box en Cámara lenta (Historia de una cara) en los años 70, con Betiana Blum, Carlos Carella y el mismo Pavlovsky, dirigidos por Laura Yusem. Osvaldo Dragún también exploró este deporte con Al perdedor ; así como lo hizo más recientemente Diego Starosta, con La boxe . Entretanto, Mauricio Kartun se metió en el mundo del catch en Desde la lona , con Ulises Dumont y Gastón Pauls.

Disciplinas terapéuticas

En la actualidad, Ricardo Bartís dirige su obra La Pesca , sobre tres amigos en el subsuelo de una vieja fábrica, por la que corre el arroyo Maldonado, reunidos para llevar a cabo esta práctica. "El tema es una excusa para desarrollar lo estrictamente teatral", opina este conocedor de las tablas y del fútbol, simpatizante de River. "El teatro separado del juego no tiene sentido: hay unas personas parecidas a nosotros que están cerca nuestro inmersas en un relato", agrega.

La pieza es la primera de una trilogía del realizador vinculada al mundo del deporte. El box es la segunda de ellas, cuyo peso dramático estará ubicado sobre los personajes femeninos, y tendrá a Mirta Bogdasarian como protagonista. A su vez, adelantó que la tercera de ellas girará en torno al fútbol.

Pero el fervor por el boxeo en la Argentina es superado por el fanatismo que despierta el fútbol. En la comedia de Roberto Perinelli, dirigida por Corina Fiorillo, Desdichado deleite del destino , Nacho Vavassori es un déspota director técnico de barrio que lleva aquellas tácticas al ámbito doméstico.

El caso de Rodrigo Cárdenas es único en su especie. El fútbol signó su carrera como dramaturgo. Hijos nuestros , con Gabriel Goity (sobre el accidente del 3 de agosto de 1983 en el que una bengala mató a un hincha en un partido de Boca frente a Racing), Monogoleando , Futbolitis y Chelincha siguieron la travesía hasta el unipersonal El caso RC (un juego entre sus iniciales y Racing Club), que ya cumplió una década. A este último, hoy fuera de cartel, lo convocan hinchas de la Academia para fiestas y eventos, mientras Cárdenas escribe la segunda parte de este texto, que promete tener mucho más humor aún.

Por su parte, Daniel Valenzuela escribió, dirige y actúa en Menos diez : "una comedia negra sobre un jugador en decadencia, Mingo Salvatore, y su manager, Tony Mussante; ellos sólo se tienen a sí mismos y la obra habla de lo que significa ser argentinos: exitistas y con poca memoria". La pieza, donde comparte el escenario con Andrés Zurita, se presentará en el Festival de Teatro de Mar del Plata y luego podrá verse en la temporada estival porteña.

Se suele definir como juego al teatro y al deporte. Pero en el primero, el azar está ausente y el resultado no se puede contabilizar, como los goles o los rounds, aunque los actores esperen la gloria del aplauso final.

Por Laura Ventura
Para LA NACION

ENTREVISTA AL DRAMATURGO ROBERTO PERINELLI - por Cecilia Hopkins

“Muestro sólo la punta del iceberg”

Al dramaturgo Roberto Perinelli suelen interesarle los climas cotidianos que se enrarecen de golpe a causa de sucesos que tal vez nunca terminan de aclararse. Pero cuando da comienzo la acción de Desdichado deleite del destino, la calma ya no existe. Porque don Pancho no soporta la visión de sus rosales depredados y entiende que hay que hacer algo al respecto. Director técnico de convicciones firmes, padre y esposo autoritario, el hombre pone su mal genio a trabajar en pro de una solución. Su hija lo ayuda hasta que los acontecimientos giran inesperadamente. Para no arruinar el suspenso que propone esta obra de Perinelli, poco más se puede decir de su desarrollo. Interpretada por Belén Brito, Nelson Rueda y Nacho Vavassori, bajo la dirección de Corina Fiorillo, la pieza puede verse los domingos en el teatro Anfitrión (Venezuela 3340). El título –que no es una invención del autor, sino que fue tomado de la novela que miente haber leído la ingenua protagonista de Sweet Charity– no es el único de Perinelli que figura en la cartelera. Recientemente, en el Teatro del Pueblo (Avda. Roque Sáenz Peña 943) se estrenó Boca del ratón, espectáculo compuesto por dos obras, una de Perinelli (Boca Ratón) y otra de Andrés Binetti (Ratones en la boca), dirigido por el mismo Binetti y Paula Andrea López. En este caso, el título de la obra de Perinelli hace mención a la ciudad norteamericana ubicada en el estado de Florida: un llamado recibido desde esa localidad interrumpe los cotidianos preparativos para la cena en familia. Interpretada por Ana María Castel, Ana Luz Kallsten y Viviana Suraniti, la obra puede verse los viernes.

–¿Cómo surgen las historias que desarrollan sus obras?

–En el caso de Desdichado... fue a través de una imagen: un jardín iluminado por el sol en una mañana implacable de verano y un hombre entristecido que se asoma a mirar sus rosales pelados por las hormigas. A esta altura de mi vida hay muchas imágenes que me vienen de muy lejos, y ésta responde a mi adolescencia sanisidrense, donde una mañana así era una bendición, el anuncio de un día que parecía no tener fin, que nunca llegaría a la noche. Boca Ratón, en cambio, surgió de una idea que luego se llenó de imágenes: la necesidad de los padres de salvar su fracaso a través del triunfo deportivo de sus hijos. Yo, que soy hombre de club, asistí a patéticas escenas, donde vi a más de un padre zamarreando a una criatura de no más de un metro de altura porque había perdido un partido de tenis o de cualquier otra cosa. A los gritos le marcaba los errores que, con seguridad, él también habría cometido si hubiera pisado la cancha.

–¿Es por una cuestión de contraste que este personaje que gusta someter a quienes lo rodean se pierde por la belleza de sus rosales?

–Sí, un contraste que se da con tanta frecuencia, como en gente que ama a su perro y desprecia a los humanos. Los hay miles y ya se hizo mucha literatura y mucho cine con eso. En el caso de Desdichado... son las rosas. Para quien alguna vez tuvo un jardín y se sintió en la obligación, o en el placer, de cuidarlo, sabe lo que es la lucha con las “robustas e incansables” hormigas, ese enemigo casi invisible.

–El asesinato es una cuestión que le interesa especialmente, ¿verdad?

–Me interesan el asesinato, la intención de asesinato, las ganas de matar que de algún modo alguna vez nos aparece, siquiera por un incidente trivial. Y lo que más me preocupa es la muerte de los inocentes en medio de la matanza. En una obra anterior mía, Mil años de paz, con la cual creo que me gané el premio municipal (digo creo porque todavía, a un año de la decisión del jurado, todavía no cobré), muere también un inocente. Sin ponerme demasiado trascendente, me abisma el hecho de que el paso de la vida a la muerte depende de un factor a veces muy débil.

–¿Hay concesiones que se permite hacerle al espectador?

–No le hago concesiones, le hago regalos. Le hago el regalo de armar la historia que falta, porque yo no cuento todo, muestro sólo la punta del iceberg. Esto, creo, es una característica de todas mis obras y ya estrené, creo, 25 o más. El espectador tiene que reconstruir el argumento a partir de indicios que le fui dando. Estos indicios a veces son ambiguos (pretendo que nunca confusos) y que haya dos o tres maneras de explicar lo que ha pasado.

–Salvando los casos de Rafael Spregelburd y Javier Daulte, ya no se escriben obras de larga duración, ¿cuál cree que es la razón de esto?

–Supongo que hay razones de mercado, en el mejor sentido de la palabra, que explican eso. Así, un teatro puede hacer una programación de hasta tres obras por noche. Contra los que dicen que se parecen a supermercados, a mí me alegra que, para seguir usando la jerga comercial, haya tantas bocas de expendio.

–Tampoco hay demasiadas obras con muchos personajes, salvando los autores mencionados...

–Hoy aceptamos que ninguna obra puede superar los cinco o seis personajes. ¿Quién escribe para veinte actores? De todos modos, sería condenable marcarse el límite de la brevedad cuando el material está pidiendo desarrollo. Sería mutilarlo en sus posibilidades.

–¿Cómo surgió Boca del ratón?

–Creo que tiene un valor agregado porque reúne a un autor muy joven y a otro que no lo es tanto. Acaso esto sirva, en sus modestos términos, para terminar con esas estúpidas competencias de jóvenes y de viejos que hace un tiempo alentó cierta crítica y cierta teoría teatral. El tiempo fue acercando poéticas, el costumbrismo que se les achacaba a los viejos (por caduco e ingenuo) ahora también es un procedimiento poético de los llamados jóvenes. Cierto que es un costumbrismo distinto, al cual, por fortuna, le falta ese fatal ingrediente didáctico, reemplazado por una ironía inteligente, siempre sutil. En Boca del ratón nos pusimos de acuerdo con Binetti en trabajar dos situaciones costumbristas, cargadas con la tensión de que algo se va a romper porque algo late ahí adentro, un conflicto, una angustia, que debe escapar por algún lado.

Cecilia Hopkins para Pagina12 - 04-07-2008

Estreno para prensa

Desde la izquierda: Nelson Rueda, Nacho Vavassori y Belén Brito




Un espectáculo imperdible.

Dramaturgia perfecta. Tres personajes muy bien construídos. Una historia que entretiene y atrapa, desde el primer minuto hasta el último. Vuelo poético. Muy bien lograda la transición de la comedia costumbrista a la tragicomedia. Nacho Vavassori logra una actuación extraordinaria:perfecto dominio de la voz y el cuerpo. Belén Brito es una revelación:tiene carisma y talento. Dice todo con la mirada. Su personaje, es la hija del padre despótico y autoritario (Vavassori), ella debe sobrevivir, a pesar de todo. Nelson Rueda interpreta con eficacia el rol de un porteño buscavidas. La directora Corina Fiorillo realiza una cuidada puesta, muy buena dirección actoral, e inteligente manejo del espacio escénico. Un espectáculo imperdible.

Alejandro Liberman, "Coffee Break", radio FM JAI
"la historia es simple y efectiva, descansando en las actuaciones. La dinámica de la puesta descansa en el axioma "sin prisa pero sin pausa" llegando a muy buen puerto. Es una buena opción para un domingo de teatro con una sólida puesta"
Daniel Gaguine - Noticias Urbanas

AFORTUNADA COMBINACIÓN

Nelson Rueda y Belén Brito acompañan a Nacho Vavassori en “Desdichado deleite del destino”, una comedia con un final sorpresivo. Los actores dialogaron con Culturar sobre su trabajo y la composición de aquellos personajes que le aportan humor y un giro inesperado a la obra.

Opuestos. Así parecen ser los personajes de Nelson Rueda y de Belén Brito en Desdichado deleite del destino, sin embargo, ambos intentan sobrevivir en un contexto hostil. La oposición se advierte en las estrategias para superar aquellas adversidades: mientras el vendedor que compone Rueda apela a una locuacidad voraz, la cándida hija que interpreta Brito se refugia en el silencio.

Corina Fiorillo dirige este texto de Roberto Perinelli sobre un director técnico de fútbol de un club de barrio (Nacho Vavassori) que traslada a su hogar las órdenes y la disciplina que impone en el campo de juego. La contradicción de este hombre reside en que a pesar de ser un déspota y un ser rústico en el trato con su hija y esposa, despliega docto una gran fascinación por las rosas que cultiva. El año pasado, Fiorillo había realizado una experiencia de teatro leído con Ana Yovino, Arturo Bonín y Rueda (en el mismo personaje que ahora interpreta cada domingo en Teatro Anfitrión). Perinelli siempre acompañó al equipo en los ensayos y este hecho colaboró, según los actores, a que la obra transmita tantas sensaciones.

El personaje de Rueda irrumpe con gran frescura en escena y desde aquel momento, el clima que se había tejido cambia de registro y el humor se acentúa. “El público se ríe porque este vendedor ambulante la está pasando mal; es su incomodidad la que causa gracia. Está llenando huecos, en realidad. Es como en la vida cotidiana, uno es más gracioso justamente cuando no se lo propone”, admite. El actor estudió en el Conservatorio Nacional y además tomó clases con Julio Chávez, Alejandro Catalán y Alejandro “Mosquito” Sancineto.

Rueda contó que si bien siempre había tenido ganas de estudiar actuación y una curiosidad por el teatro, fue aquella vez cuando pasó frente a la puerta del Conservatorio el momento en el que decidió hacerle caso a su vocación. Durante un tiempo estudió con su hermana menor, pero luego siguió solo su camino y se lució, por ejemplo, en El perro del hortelano, en el San Martín.

A los 21 años, Brito se recibió de licenciada en Arte Dramático, en la Universidad del Salvador. Su maestra fue y sigue siendo Patricia Palmer, quien la dirige en una compañía de repertorio clásico. Por su trabajo con este equipo en Ricardo y Lear, no nos une el amor…, fue nominada como actriz revelación en los premios que otorgan la Asociación de Cronistas del Espectáculos (ACE). “Soy una especie de pajarito, estoy encerrada-dijo- y mi desafío era cebar mate sin que se levanten sospechas sobre el final.”

“Allí, en lo sencillo es donde acierta la obra porque el espectador se ve reflejado, y por este motivo es tan bella”, opinó Brito. Rueda coincide con esta idea y se refiere al personaje de Vavassori como “un chanta bien porteño que padece un mal bien nuestro: el de no escuchar”.

La música de Los Wawancó colabora para que los tres personajes se luzcan, pero no es el único momento en el que suena una melodía. Brito también despliega su talento en un armonía improvisada al final de la obra.

Laura Ventura - 27/04/2008 - CulturAR

Entre lo popular y lo sombrío - 13-04-2008 - LA NACION

La directora Corina Fiorillo le dio libertad de acción a un muy buen elenco

Don Pancho está muy preocupado por la sequía de las rosas de su jardín. Interpela a su hija acerca de si hizo bien la tarea a la hora de colocar un supuesto fertilizante, de esos que tienen una efectividad probada. La chica está a su lado como ausente; apenas habla; parece tenerle un respeto próximo al miedo. De a ratos, una fuerte música llega al patio en que se desarrolla la acción; proviene de una habitación cercana, donde la madre, suponemos, está recluida.

El hombre tiene su carácter. Lo demuestra no sólo en los diálogos que mantiene con su hija, sino con un hombre que, por teléfono, lo va poniendo al tanto de cómo van las cosas en el club de fútbol en el que es entrenador. Una presencia externa, un vendedor de CD de música popular, modificará bastante la realidad de los habitantes de la casa y, para el espectador, aparecerá la sorpresa. Porque, extrañamente, desde el momento en que ese hombre de duro carácter se afloja bailando música tropical, devendrá un desenlace inesperado y siniestro.

La nueva obra de Roberto Perinelli es sencilla en su trama, pero sus personajes tienen mucha riqueza a la hora de construirlos, y dependerá de esas construcciones y de las relaciones entre ellos que el mundo que los conforma se torne verdaderamente inquietante.

Intérpretes intensos

En ese sentido, el trabajo de la directora Corina Fiorillo expone una profundidad que se manifiesta de manera singular en cada uno de los intérpretes. No hay casi marcaciones en su tarea. Ha dado cierta libertad a sus actores para que cada uno descubriera pequeños matices en sus personajes y los explorara en su justa medida. La severidad de Pancho, por ejemplo, se impone con fuertes registros en su cuerpo y en su voz (Nacho Vavassori); los silencios de la hija encuentran en su corporalidad y en sus miradas una intensa expresión (Belén Brito) o el tono de chico adulador de barrio, que sale a conquistar a quien sea y sabe de antemano que lo va a conseguir con recursos mentirosos pero que, a la vista de todos, resultan genuinos (Nelson Rueda).

En ese ajustado entramado de relaciones, el mundo sombrío que en esta pieza describe Roberto Perinelli, haciendo uso de temas y cuestiones muy populares como el mate, el fútbol, la cumbia y la reunión familiar en el patio, entretiene, divierte y también asombra por su patetismo.

Carlos Pacheco - LA NACION
Domingo 13 de abril de 2008 | Publicado en la Edición impresa

Una exquisita humorada

La tragedia se abate sobre Don Pan­cho: durante la noche, las hormigas devastaron los preciados rosales del jardín, envi­dia de todo el barrio. Nadie entiende la consterna­ción que lo invade, ni su melómana mujer -pre­sumiblemen­te postrada, encerrada en el dormitorio, desde don­de lo aturde con el aria "Casta diva" en grabación de la Callas- ni Zulema, su joven y sumisa hija, dispuesta a servirlo ante el menor reclamo. Autoritario, misógino, intolerante, sólo las noveda­des telefónicas sobre el equipo de fútbol que en­trena, y la visita circuns­tancial de un simpático y atolondrado vendedor ambulante de CD, le pro­ducen algo de entusias­mo.
Aunque pequeña en for­mato, Perinelli arma con esta obra una intensa y lo­grada comedia de humor negro con final inespera­do. La acertada puesta de Fiorillo permite disfrutar de un delicioso contra­punto actoral: Vavassori confirma que es uno de los mejores actores de su generación, Rueda revela su notable talento como comediante, y Brito aporta una magnética y sugesti­va presencia.
Jorge Montiel - Revista Noticias - 26/04/2008

Atrapante comedia costumbrista sin final feliz

Una comedia costumbrista bien argentina, con mate, fútbol y música popular, en la que, en apariencia, no pasa demasiado. La platea, en una interesante puesta, se dispone como un vecindario chismoso y privilegiado, que no puede perderse detalle de lo que sucede en ese patio -perfectamente ambientado-, donde, sólo por prejuicio, no parece suceder nada importante. Puede ser un patio cualquiera de la misma ciudad. Tampoco hay indicios de que vaya a suceder algo que inquiete en esos 60 minutos.

Hasta que, en forma imprevista y en apenas segundos, llega lo inesperado, y la comedia se desvía hacia otro camino, sin baches a pesar de lo abrupto del cambio (mérito de las actuaciones y de la directora, claro).

Desdichado deleite del destino es una propuesta teatral muy interesante en los papeles, mejor resuelta e interpretada, que encontró su ámbito natural en el escenario inmejorable del teatro del Anfitrión, en Venezuela 3340.

El espectador siente que es un extraño invisible en el arrasado jardín -culpa de las hormigas- donde un padre machista y autoritario, en camiseta y pantuflas, sobrelleva el calor de la tarde, y la malasangre por los insectos que desplumaron sus rosales, con los insistentes mates que ceba una hija sumisa, sugestivamente silenciosa.

Nacho Vavassori brilla con su histrionismo, en una composición impecable, en el papel de dueño de casa. Un verdadero profesional de la actuación que nunca deja de ponerle la garra necesaria a un personaje que, en el cuerpo de otro actor, podría haber resultado un fiasco.

Belén Brito también cumple en forma sobrada con su papel, aunque al final pierde algo de consistencia: es que uno se pone exigente cuando el cuadro no presenta flancos débiles.

DDD tiene un momento imperdible: la irrupción del vendedor de CD "truchos", un desopilante y talentoso Nelson Rueda, que se transforma en partenaire ideal de Vavassori. Juntos, se permiten el lujo de jugar con el texto y con los ajustes pautados por la
dirección. Se divierten y divierten con inusual chispa.

Mereceden destacarse la escenografía -sobresaliente- y vestuario (Julieta Risso) y la iluminación (Soledad Ianni) , pero sobre todo el trabajo de Corina Fiorillo, quien completó una adaptación inmejorable del texto de Roberto Perinelli, en complicidad con este trío de memorables actores.

Marcelo Mendieta - El Informatorio - 19-04-2008

Aires de suburbio

Dramaturgia de Roberto Perinelli, con dirección de Corina Fiorillo.
La obra Desdichado deleite del destino de Roberto Perinelli, y dirigida por Corina Fiorillo, se adentra no solo en los suburbios geográficos, si no también en los del alma.
Lo suburbano, con su idiosincrasia, sus tiempos, modismos y cadencias, es plasmado en muy buena forma por el texto de autor y reafirmado por la directora. El aire que se respira es el de cualquier patio, los personajes son los vecinos del barrio.
De ahí el gran merito de la obra, ya que crea con esos elementos, una trama de una engañosa simpleza.
Detallar ciertas características de los personajes sería, de alguna manera, develar los diferentes giros que se suceden en la pieza. Solo diré que haya una mirada nada complaciente a cierto “folklore popular” que es utilizado por muchas personas para disfrazar su autoritarismo.
Las actuaciones son muy buenas. Belén Brito aúna sutileza y furia, Nelson Rueda entrega la pintura de un hombre que le da lucha a la resignación, y Nacho Vavassori varía estupendamente las distintas caras de su personaje.
Tanto el diseño escenográfico como de vestuario, de Julieta Risso, imprime fuertemente el clima arriba citado. El aprovechamiento espacial de la sala y los pocos, pero justos elementos utilizados, sumergen al espectador en la intimidad de ese espacio suburbano. El vestuario sitúa tanto la temporalidad, como la clase social por la que transitan los personajes.
Una mañana de barrio, ese es clima que logra la luz de Soledad Ianni.
Un ajustado trabajo de Fiorillo que, con criterio, expuso los intersticios del texto de Perinelli.
Desdichado deleite del destino seguramente dejará a su término más de un tema para pensar.

Gabriel Peralta - Crítica Teatral - 17-04-2008

Sorpresa del destino

En un espacio bien ambientado como patio porteño transcurre la acción. Una historia de costumbres donde el mate y el fútbol encuentran sus lugares típicos, y donde los vínculos familiares pueden teñirse fácilmente de agresividad y violencia contenida.
El padre se levanta y observa que sus queridas rosas han desaparecido. Con cierta prepotencia se dirige a su hija, una chica sumisa que apenas balbucea algunas palabras obligada a responderle. Ella debe atenderle, contestarle, obedecerle. Completa opresión en el cosmos familiar.
Mientras el padre despliega su mundo de fútbol y rosas, hablando como un líder a su público atento, entra en escena un vendedor de compact discs "truchos", que le hará de contrapunto con su "chamuyo" y simpatía. También excusa para descubrir una nota más del universo de este padre gritón que gusta de la cumbia. Padre signo de lo popular.
Es en este momento, entre las diversas músicas propuestas por el vendedor, intercaladas con humor, que se descomprime la atmósfera creada hasta entonces.
Pero lo sorprendente y hasta liberador de esta historia se encuentra con el desenlace final. Allí textos y acciones se reordenan como una película policial. Es el instante donde brilla la hija con todo su esplendor, desatando su cuerpo encorvado y silencioso en una explosión poética que es el mejor momento de la obra.
Todo
el tiempo pasado se derrama en esta instantánea como si fuera un pretexto construido para esta escena.
Un paréntesis poético que deja un sabor perfumado y sombrío como una tarde de domingo, a finales del invierno, en un barrio porteño.
Nea Rattagan - eNescenaHOY

“Un costumbrismo que supera las expectativas”- Por Silvia Sànchez Urite

Un patio, un hombre en piyama y pantuflas, se queja, no sabemos de qué, es un personaje desagradable desde el principio. Su hija, aparentemente sumisa, le ceba mate, mientras lustra los vidrios con devota precisión. La razón del enojo del patriarca es la muerte de sus rosales.
Esta obra se ubica en algún lugar del gran Buenos Aires; el padre es un dictatorial entrenador de fútbol, la chica solo obedece y trabaja. “Pancho”, este ser pedante, despreciable “sabe mucho” y descalifica todo lo que los demás hacen. Se altera con la música de ópera que proviene de la habitación de su mujer-ausente todo el tiempo- a la que quiere “asesinar”.
Al principio, vemos el ambiente de clase media baja de esta familia, solo hay dos sillas de lata, una mesa y encima, un mate y el termo correspondiente. La obra se agiliza cuando un tercer personaje rompe el soliloquio acompañado del padre y su hija. Es un vendedor de compacts truchos, muy simpático, que hace de todo para vender su mercadería. Cuando este actor, Nelson Rueda, aparece realmente entramos en el clima de tragicomedia que propone el texto.
Lo interesante de la pieza es que se corre, con un final inesperado, del lugar del simple costumbrismo local. La obra se anima al mecanismo de la “justicia poética” y no defrauda. Nacho Vavassori como el insufrible padre se mueve como pez en el agua en el mismo registro de la otra obra que interpreta y está en cartel, Guardavidas. Belén Brito es realmente una revelación como una hija obsesivo compulsiva, obediente y encantadora.
Hay también un epílogo, tal vez innecesario porque el aplauso se hizo sentir desde el apagón final. La obra tiene frescura en el personaje de la hija: “la princesa”, y provoca carcajadas en el caso del vendedor. El personaje de Vavassori a veces se excede en su petulancia, pero es un elemento recobrado en el desenlace. Es una obra sin pretensiones pero agradable, y al mismo tiempo, profunda.

UN TIRANO DE ENTRE CASA - por Gabriela García Morales

“Desdichado deleite del destino” es una comedia que cuenta la historia de un pequeño tirano argentino en camiseta que ama tanto las rosas como el fútbol, se deja encantar por la cumbia y baila mientras toma mate en el patio de la casa. Comedia que sorprende en su final y deleita con su música.
La escenografía solo le da marco a este hombre que deambula en camiseta sin dejar de hacer muecas de protesta en silencio y que de golpe explota en gritos de queja a Dios por la pérdida de todos sus rosales en una noche. Rosales a los que les ha dedicado tiempo, estudio y cuidados y que son la envidia de sus vecinos. Demasiado para perder. Lo acompaña su hija sumisa que asiente, obedece y ceba mate para su padre mientras él sigue preguntando furioso cómo pudo haber sucedido esta desdicha del destino.
Este personaje (Nacho Vavassori), déspota y narcisista, tiene otra pasión incontrolada que ejerce en el equipo de fútbol que regularmente entrena, pero que en este día de pérdidas lo maneja por teléfono y con el mismo tono con que se dirige a Dios decide tácticas, cambios y escupe insultos por resultados inesperados.El ritmo de la obra cambia, hace sonreír y hasta casi bailar cuando hace su entrada Nelson Rueda, como un simpático y divertido vendedor de discos. Despliega una valija con ejemplares de distintos ritmos que prueba hasta dar con el del cliente. Despliegan los tres actores en esta escena, toda su gracia en el momento más alto de la obra. Es repentino y causa sorpresa el final. Se destaca la voz de Belén Brito, ganadora del ACE por revelación femenina del teatro off 2007, que suena limpia y potente. Un original y ocurrente epílogo para extranjeros donde los actores fuera de sus personajes hablan al público y hacen las aclaraciones sobre fútbol, rosas, cumbia y mate de los argentinos, cierra el espectáculo.Una obra sin pretensiones pero que describe el trasfondo de los vínculos profundos mientras despierta la risa, la identificación y entretiene en un horario y día especial como es el domingo a las 6 y media de la tarde.
Gabriela García Morales - 05/04/2008 - culturAR.com

"Roberto Perinelli, un autor que respira teatro" por Carlos Pacheco.

LA NACION - 06-04-2008
Dos cuestiones resultan interesantes en la nueva pieza de Roberto Perinelli, que se estrena esta tarde en el Anfitrión. El título - Desdichado deleite del destino - es el nombre del libro que miente haber leído la protagonista de la comedia musical Sweet Charity, y el conjunto musical Los Wawancó tuvo una injerencia fundamental a la hora de terminar el texto, que estuvo estancado un tiempo porque faltaba una referencia musical que aportara a la conducta del personaje central. Es que en la pieza, el protagonista -un entrenador de fútbol muy particular- modifica gran parte de su actitud intolerante a partir de la escucha de un tema musical de ese grupo emblemático de los años 70.

El autor es muy cauto a la hora de hablar de su texto, no da muchas pistas. "Es una historia con un final imprevisto -dice-; lo que se juega en el escenario es algo que el espectador va adivinando. Me gusta el misterio en el teatro, la sorpresa final." Y tira algunos temas que se cruzarán sobre el espacio escénico: como la familia, el mate, el fútbol, el cultivo de flores, todas cuestiones muy populares pero que, en su interacción, resultarán casi escalofriantes.

El espectáculo, interpretado por Belén Brito, Nelson Rueda y Nacho Vavassori, tuvo una primera presentación en público el año pasado, dentro de un ciclo de teatro leído. La directora Corina Fiorillo decidió seguir trabajando con el material y ahora concreta su escenificación.

Si bien ésta es una de las últimas obras escritas por Perinelli, no puede afirmarse que represente, definitivamente, su mundo creativo actual. "Los años no vienen solos, entonces uno va perdiendo de vista ciertos temas y aparecen otros. Y es más, hasta me está pasando algo que antes no me ocurría; voy descubriendo la obra a medida que va apareciendo", comenta.

La relación padre e hijos y la enfermedad asoman como temáticas que están provocando su escritura. Algo de la primera se observa en Desdichado deleite del destino . Cuando se le pregunta al autor el motivo de esas temáticas hace referencia a su historia personal y artística. "No me quiero hacer el dramático, pero ya tengo más historia atrás que adelante. Fijate que digo todo esto en el marco de un teatro que, en el término de cinco años, ha cambiado notablemente. Y me entusiasma. Soy un optimista. El teatro que se hace hoy es sorpresivo. Antes era muy previsible y ahora nunca sabes qué vas a ver."

Perinelli marcó una fuerte influencia, junto con su equipo, cuando hace veinte años dirigía la Escuela Municipal de Arte Dramático. "El gran cambio que produjimos en el alumno es que creara en grupo y que saliera a concretar sus propios proyectos. Mi generación fue un poco desgraciada; es posterior a la del 60, que fue muy significativa, y estuvo cortada por el proceso militar. Tenemos un respeto reverencial por los directores. Nuestra obra la tenía que hacer un director. Y ahora eso no sucede. Les tengo una enorme envidia a los autores directores. Escriben y el texto sale a escena y el público, rápidamente, toma contacto con él."

Carlos Pacheco para
LA NACION 06-04-2008