Opuestos. Así parecen ser los personajes de Nelson Rueda y de Belén Brito en Desdichado deleite del destino, sin embargo, ambos intentan sobrevivir en un contexto hostil. La oposición se advierte en las estrategias para superar aquellas adversidades: mientras el vendedor que compone Rueda apela a una locuacidad voraz, la cándida hija que interpreta Brito se refugia en el silencio.
El personaje de Rueda irrumpe con gran frescura en escena y desde aquel momento, el clima que se había tejido cambia de registro y el humor se acentúa. “El público se ríe porque este vendedor ambulante la está pasando mal; es su incomodidad la que causa gracia. Está llenando huecos, en realidad. Es como en la vida cotidiana, uno es más gracioso justamente cuando no se lo propone”, admite. El actor estudió en el Conservatorio Nacional y además tomó clases con Julio Chávez, Alejandro Catalán y Alejandro “Mosquito” Sancineto.
Rueda contó que si bien siempre había tenido ganas de estudiar actuación y una curiosidad por el teatro, fue aquella vez cuando pasó frente a la puerta del Conservatorio el momento en el que decidió hacerle caso a su vocación. Durante un tiempo estudió con su hermana menor, pero luego siguió solo su camino y se lució, por ejemplo, en El perro del hortelano, en el San Martín.
A los 21 años, Brito se recibió de licenciada en Arte Dramático, en la Universidad del Salvador. Su maestra fue y sigue siendo Patricia Palmer, quien la dirige en una compañía de repertorio clásico. Por su trabajo con este equipo en Ricardo y Lear, no nos une el amor…, fue nominada como actriz revelación en los premios que otorgan la Asociación de Cronistas del Espectáculos (ACE). “Soy una especie de pajarito, estoy encerrada-dijo- y mi desafío era cebar mate sin que se levanten sospechas sobre el final.”
“Allí, en lo sencillo es donde acierta la obra porque el espectador se ve reflejado, y por este motivo es tan bella”, opinó Brito. Rueda coincide con esta idea y se refiere al personaje de Vavassori como “un chanta bien porteño que padece un mal bien nuestro: el de no escuchar”.
La música de Los Wawancó colabora para que los tres personajes se luzcan, pero no es el único momento en el que suena una melodía. Brito también despliega su talento en un armonía improvisada al final de la obra.
Laura Ventura - 27/04/2008 - CulturAR